Jhin es un meticuloso criminal psicópata que ve el asesinato como arte. Otrora prisionero jonio, fue liberado gracias a la influencia del sector más sombrío del consejo de Jonia. Ahora, el artista en serie trabaja como su asesino. Con su pistola como pincel, la obra de Jhin muestra un arte brutal, tanto para las víctimas como para los espectadores. Encuentra un cruel placer en la escenificación atroz, lo cual lo convierte en un candidato sin igual para mandar el más poderoso de los mensajes: el terror.
Quien viaje a cualquier aldea a lo largo y ancho de Jonia podrá escuchar la historia de la captura del Demonio Dorado. Representado en varias obras teatrales y poemas épicos, el destierro del cruel espíritu todavía se celebra al día de hoy.
Pero en el corazón de cada mito yace una semilla de verdad, y la verdad del Demonio Dorado dista bastante de la ficción.
Por años, la infame criatura asoló las montañas sureñas de Jonia. A lo largo de la provincia de Zhyun, e incluso hasta Shon-Xan y Galrin, un monstruo asesinó a numerosos viajeros y, en ocasiones, terminó con granjas enteras; a su paso dejaba los cuerpos expuestos de manera perturbadora y retorcida. Los ejércitos armados recorrieron los bosques en su búsqueda, los poblados contrataron cazadores de demonios, los maestros Wuju patrullaron los caminos, pero ninguna de estas medidas detuvo la macabra actividad de la bestia.
Sumidos en la desesperación, los miembros del Consejo de Zhyun enviaron a un mensajero para rogarle al gran maestro Kusho, de la Orden Kinkou, para que los ayudara. Encargado de la preservación del equilibrio entre los reinos espiritual y material, Kusho era un experto en el destierro de los demonios. Kusho, su hijo adolescente Shen y el joven aprendiz Zed viajaron a la provincia en secreto, por temor a que la maliciosa criatura se enterara de sus intenciones. Atendieron a incontables familias hechas añicos por los asesinatos, analizaron con mucha atención las espeluznantes escenas del crimen y buscaron conexiones entre las muertes. Pronto, Kusho se dio cuenta de que no eran los primeros en cazar a este asesino y se convenció de que esto era el trabajo de algo que iba más allá de lo demoníaco. A lo largo de los siguientes cuatro años, el Demonio Dorado permaneció lejos de su alcance, mientras que la larga investigación transformó a los tres hombres. La famosa melena rojiza de Kusho se tornó blanca, las ocurrencias y el buen humor característicos de Shen se esfumaron para dar paso a una faceta más taciturna, mientras que Zed, la estrella más brillante del templo de Kusho, comenzó a batallar con sus estudios. Fue casi como si el demonio supiera que lo estaban buscando y se deleitaba con el tormento que les generaba su fracaso.
Cuando por fin encontraron un patrón entre los asesinatos, se dice que el gran maestro Kusho pronunció las siguientes palabras: ''El bien y el mal no son verdades. Son engendrados por las personas y cada una de ellas ve sus matices de forma particular''. Kusho trató de deslindarse de la investigación, pues había concluido que aquello que buscaban no era un demonio, sino un ser humano o un vastaya retorcido, un asunto que excedía los mandatos de los Kinkou. Reacios a darle la espalda a todo aquello que sacrificaron para llegar hasta el asesino, Shen y Zed convencieron a Kusho de persistir con la cacería.
En la víspera del festival del Espíritu Floreciente, en el Paso de Jyom, Kusho se disfrazó de un conocido calígrafo para pasar desapercibido entre el resto de los artistas invitados. Después, esperó. Shen y Zed se encargaron de tenderle una trampa muy bien preparada y, por fin, se encontraron frente a frente con su odiada presa. Kusho tenía razón: el famoso ''Demonio Dorado'' tan solo era un tramoyista que trabajaba en los teatros viajeros y casas de ópera de Zhyun y se hacía llamar Khada Jhin.
Después de capturar a Jhin, el joven Zed trató de matar al temeroso hombre, pero Kusho lo detuvo. Les recordó a sus estudiantes que ya habían traspasado su jurisdicción y que matar a Jhin solo empeoraría las cosas. A Kusho le preocupaba que, si se sabía que Jhin era un ser humano, eso minara la armonía y la confianza características de la cultura jonia, o incluso alentara a otros a cometer crímenes similares. A pesar de las acciones de Jhin, el legendario maestro decidió que el asesino debía ser capturado vivo y encerrado en la prisión del monasterio en Zuula.
Shen no estuvo de acuerdo, pero optó por obedecer la fría lógica de la sentencia de su padre. En cambio, perturbado y acechado por los horrores que había atestiguado, Zed era incapaz de comprender o aceptar este gesto piadoso; se dice que, a partir de este momento, el rencor comenzó a florecer en su corazón.
Encarcelado en Zuula, Jhin guardó sus secretos y no reveló mucho de su personalidad con el paso de los años. Los monjes que lo custodiaban se percataron de que era un estudiante brillante, sobresaliente en varias materias, entre ellas la herrería, la poesía y la danza. A pesar de ello, no encontraron nada con qué curarlo de sus mórbidas fascinaciones. Mientras tanto, afuera de los muros del monasterio, Jonia fue condenada al caos con la invasión del imperio noxiano; esta guerra despertó el deseo de destrucción que yacía bajo aquella tranquila nación.
Jhin fue liberado de Zuula poco tiempo después de la guerra contra Noxus; posiblemente fue utilizado por uno de los múltiples elementos radicales que disputaban el poder de las Tierras Originarias cerca del final del conflicto. En el presente, Jhin tiene acceso a los nuevos artefactos de las armerías Kashuri, aunque sigue siendo un misterio cómo logró conseguir esas herramientas de destrucción, así como la conexión que al parecer posee con Kashuri.
Quienes quieran que sean sus sombríos patrones, dotaron a Jhin de fondos ilimitados y no muestran ninguna preocupación ante la cada vez más ostentosa producción de sus ''puestas en escena''. En fechas recientes, atacó a los miembros de la orden Yanlei de Zed; asimismo, ha habido masacres y asesinatos con su "estilo" característico no solo a lo largo de las regiones jonias, sino también en lugares distantes como Piltóver y Zaun.
Para Khada Jhin, parece que Runaterra entera no es más que un lienzo sobre el que desarrollar su arte atroz y solo él sabe dónde dará la siguiente pincelada.
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